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Entrevista a Adrian Fiorelli
La gran duda: ¿replicante o ser humano?
Durante el último milenio estamos obsesionados cada vez más con la tecnología, con el bombardeo de informaciones del que no podemos protegernos, con el vástago virtual que representa nuestro teléfono inteligente, con la idea de perfección y belleza que solo parece posible gracias a la cirugía cosmética, a partir de imágenes virtuales o retocadas de las que podemos cancelar cualquier tipo de defecto y cualquier signo de envejecimiento y realmente ya no sabemos reconocer, en medio de tanto ruido, a un ser humano real con todas sus debilidades e imperfecciones.
El mundo del cine representó -ya muchos años antes- ese planeta hacia el que nos estamos dirigiendo inexorablemente, con una serie de películas de culto que establecieron en nuestras mentes la aceptación de una realidad distópica, propia del género cyberpunk, caracterizada por un escenario metropolitano, inmerso en un paisaje urbano brumoso o en una atmósfera incesantemente lluviosa y llena de misterio.
Empezando por la película Matrix de las hermanas Wachowski del 1999 (en esta película el ciudadano, aparentemente convencido de su dimensión de la realidad, deambula en un mundo simulado del que no es consciente en absoluto, mientras que el individuo despierto se ve obligado a luchar cada día por su libertad contra un mundo de máquinas que lo mantienen prisionero) hasta llegar a lo que se ha convertido en una referencia visual para todo el género de la ciencia ficción cinematográfica, es decir la película Blade Runner, una obra maestra dirigida por Ridley Scott en el 1982.
Por este clásico del género cyberpunk intentamos conocer el punto de vista de un joven investigador que va más allá de lo que aparece, Adrian Fiorelli, creador del canal italiano independiente Il Punto di Vista.
Eres un apasionado de películas antiguas y nuevas, ¿qué significó la película Blade Runner en tu investigación interior?
En primer lugar, creo que es una película básica para todo el género de ciencia ficción moderna -era, entonces, un modelo al que referirse-, también es una película llena de símbolos, incluidos los masónicos, sin embargo, lo que, según yo pienso es fundamental, es el hecho de la eterna lucha entre las máquinas y los seres humanos que resultan cada vez más abrumados por el transhumanismo. De alguna manera esta conflictividad está presente en cada uno de nosotros. Yo, por ejemplo, trato de crear un equilibrio entre el respeto de la naturaleza y la tecnología: tengo mi casa en el bosque, pero no dejo de utilizar los avances tecnológicos necesario en el trabajo, tratando, sin embargo, de no llegar a ser dominado por esas mismas tecnologías...
Esta película insiste en el tema del exceso: ¿hacia dónde podría llevarnos la presunción de poder realizar manipulaciones genéticas capaces de superar la idea del robot, creando máquinas pensadas a imagen y semejanza del hombre? El director Ridley Scott hace un excelente trabajo, representando la perfección de aquellas criaturas, llamadas 'replicantes'. La película está ambientada en Los Ángeles del 2019: en un mundo deshumanizado, donde semejantes androides se crearon para ser utilizados como esclavos en las colonias extraplanetarias, se produce una especie de motín. Algunos replicantes huyen de la Tierra o regresan ilegalmente a la misma, siendo perseguidos y «retirados del servicio», es decir, eliminados físicamente por agentes especiales llamados blade runners. Y es justo en la figura del policía cazador, Rick Deckard, interpretado por Harrison Ford, que se centra toda la historia.
Estos agentes matan sin piedad, pero el propio Deckard acaba enamorándose de una bella replicante, Rachael, tan perfectamente humanizada que no se la puede reconocer excepto por un detalle en sus ojos. Tampoco ella sabe que es una replicante y cuando lo descubre se pone triste y termina ablandando a su mismo verdugo. La escena es muy bonita porque parece sugerir que el amor puede superar todas las barreras y de hecho la emoción que se le nota en la cara de la mujer parece haberla enriquecido de un alma. En el momento en que el replicante siente emociones, se apega a sus recuerdos, una especie de humanidad se desprende de su cara. En resumen, Rachael se vuelve más humana que los mismos humanos y es salvada por el agente que se huye con ella.
Al mismo tiempo hay otros replicantes fugitivos, Pris y Roy Batty, también perfectamente ‘replicados’ por el científico creador: ¿humanos-inhumanos?
Desanimados como humanos que son conscientes de tener una vida limitada -su modelo, Nexus 6, sólo puede vivir 4 años– empiezan a buscar a su constructor para intentar alargarles la vida, pero la manipulación genética que los generó no les deja escapatoria alguna. Roy Batty está desesperado por haber perdido a Pris, asesinada por Deckard, y porque ‘su propio creador’ no supo ni puede hacerlos vivir más tiempo, por lo que Roy lo mata violentamente, arrancándole los ojos.
Sin embargo, cuando se encuentra cara a cara con el agente de ‘Blade Runner’, se produce un choque emblemático en el que la máquina parece someterse al hombre. ¿Quién puede olvidar los ojos relucientes de Roy Batty? Y sobre todo ¿Quién puede olvidar su famosa frase? Esas palabras lo hacen humano, pierde la agresividad y, casi como un humano, se deja morir, entregándose al hombre encargado de matarlo en el momento en que se hubiera hecho posible. Se trata de una escena de gran impacto emocional.
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».
Cuando analicé esta frase me di cuenta de que Tannhäuser era de alguna manera un personaje presente en muchas leyendas germánicas donde representa al hombre en su eterna lucha entre espíritu y materia, entre amor espiritual y amor carnal, algo que realmente está bien explicado en la película. Quizá Harrison Ford habría debido actuar de humano, pero en realidad todo quedó dentro de un aura de sospecha: el director Ridley Scott decía que Deckard era un Android, mientras que Harrison Ford siempre había afirmado que estaba jugando el papel de un humano.
En otra película, la secuela Blade Runner 2049, es cierto que el agente Deckar es un ser humano, en efecto han pasado treinta años y él sigue viviendo (la película está ambientada treinta años después de la primera) mientras que la bella Rachael murió durante el parto adelantando un poco el plazo de los fatídicos 4 años. El concepto de amor entre un humano y una replicante se sublima en algo milagroso. De su amor nació un nuevo ser, un niño, una niña quizá, nacidos como verdaderos seres humanos...
La historia se desarrolla alrededor de este nacimiento, de la búsqueda del niño, 'que nació entonces'. Aquí también el Agente K es un androide que debería actuar como un robot o algo inanimado, lo que, en esta segunda película, se aclara en una frase que pasó completamente desapercibida. Cuando la comandante de la comisaría, Madame, le pide al androide Nexus 9 (el Agente K), que vaya a recoger a un niño 'nacido', es decir, que vaya a matar a un niño 'nacido', él responde que nunca había recogido algo 'nacido' hasta la fecha. Y cuando Madame le pregunta cuál es la diferencia, él responde: «Quien nace por lo general tiene también un alma» y esto nos permite reflexionar sobre el concepto de alma, sobre quien la tiene y quien no.
En resumidas cuentas, se trata de la continuación de la historia de amor entre Deckard y Rachael: de su amor brota una vida y aunque un androide no tiene alma, la película demuestra que la unión entre un hombre y un robot, por la fuerza del amor, puede infundir el alma en cualquier cuerpo, convirtiéndolo «en algo que va más allá de lo real».
Por otra parte, incluso la descripción del amor entre el Agente K y Joi (una inteligencia artificial holográfica programada para ser la amante ideal que vive con él en un apartamento bastante desnudo) aparece muy tierna y real. K la 'actualiza' mediante un 'emanador', que le permite estarle cerca siempre y esto es algo que se parece a un acto de amor. También el holograma de Joi está tan lleno de amor por él que intenta materializarse a través del cuerpo de otra mujer, una replicante real, para llegar a ser tangible.
La ambientación de Blade Runner 2049 mantiene una fuerte relación con las tecnologías virtuales, parece una película moderna…
De hecho, tenemos comandos de voz en las computadoras, tenemos hologramas, tenemos una ciudad completamente cibernética, autos voladoras y rascacielos, también está la escena fantástica en la que una mujer japonesa, una Geisha, le muestra una pastilla roja a K, que a algunos teóricos de la conspiración les recuerda la píldora roja de Morfeo en Matrix. Además, los recuerdos se ‘implantan’ en el cerebro de los protagonistas, también a través de soportes tecnológicos de última generación capaces de contener una enorme cantidad de Big Data.
¿Qué importancia tiene el tema de los recuerdos en las dos películas?
Es muy importante, tanto en la película del 2019 (cuando Rachael, apegada a sus recuerdos, descubre con desesperación que no son realmente suyos), como, sobre todo, en la secuela del 2049, donde el tema de los recuerdos es verdaderamente crucial.
Me gusta mucho la conversación entre el Agente K y la Doctora Ana Stelline (la verdadera hija nacida de la relación entre Dechar y Rachael), en la que el Agente K (que sospecha ser el niño 'nacido' debido a que conserva el recuerdo de un caballito de madera), le pregunta por qué sus recuerdos son tan auténticos. Su respuesta es realmente poética:
Verás, en cada obra el artista pone un pedazo de sí mismo, pero yo estoy encerrada en una habitación estéril desde los 8 años y para ver el mundo tenía que imaginarlo, e imaginándolo me he vuelto buena. Wallace necesita mi talento para tener un producto estable. Es algo correcto. Los replicantes viven vidas duras, creados para hacer lo que preferimos no hacer. No puedo ayudarte con el futuro, pero puedo darte buenos recuerdos para recordar y sonreír.
Hay que decir que el concepto de los recuerdos también aflora frente a aspectos más materiales: de hecho, cuando el Agente K va a la Corporación Wallace para buscar documentos relacionados con el esqueleto que se encuentra en el cofre bajo el árbol marchito, lo llevan a un archivo donde está almacenada una enorme cantidad de datos en un disco duro de cuarzo que se puede guardar durante mucho tiempo...
El recuerdo de aquel caballito de madera, parcialmente desvanecido, fue lo que quedó tras diez días de apagón ocurrido en el 2022. ¡Casi profético para los tiempos que corren!
Entre el primer Blade Runner ambientado en el 2019 y el segundo ambientado en el 2049, o sea treinta años después, se realizaron tres pequeños cortometrajes que básicamente explicaban todo lo sucedido entre la primera y la segunda película. El primero de estos cortos, titulado 2036: Nexus Dawn, dirigido por Luke Scott, se centra en el ascenso al poder de Wallace, que adquiere lo que queda de Tyrell Corporation.
El segundo, también dirigido por Luke Scott, se titula 2048: Nowhere To Run y se centra en la vida del personaje de Morton, que aparece en la primera parte de la película del 2049. La tercera precuela, Blade Runner: Black Out 2022, es un corto animado, dirigido por Shin'ichirō Watanabe, centrado en un largo apagón generado por las máquinas que se rebelaron, destruyendo los archivos de Tyrell y cortando el suministro eléctrico a Los Ángeles: se prohíbe la fabricación de replicantes, Tyrell quiebra y es comprado por Wallace.
En definitiva, se arruinó y eliminó la mayoría de aquellos recuerdos depositados en determinadas células. Los únicos que quedaron legibles son los de cuarzo, que también se utilizaron en otra película llamada Infinity: en ellos están aprisionadas las almas.
Un papel especial, tanto en la primera como en la segunda película, lo juegan unos ojos penetrantes, transparentes, brillantes, cautivadores, resplandecientes, blancos, ausentes...
En una serie de Ridley Scott hay tanta fuerza en los ojos del protagonista que a veces se los tiene que quitar y guardarlos en una cajita, porque podrían destruir todo lo que esos ojos vieran. En la película del 2049 notamos que el código del modelo Nexus siempre está tatuado bajo el ojo izquierdo de cada replicante. En el primer Blade Runner, el creador Tyrell en efecto fue asesinado por Roy Batty al presionarle violentamente los ojos.
Los ojos representan la frontera con el mundo, la conexión del alma con el exterior es a través de los ojos que los Agentes Blade Runner pueden reconocer si un individuo es humano o replicante...
Y debo admitir que incluso en la vida real muchas veces observo la mirada de un hombre o una mujer para intentar divisar su alma. Cuando no logro ver nada, sea en la realidad, sea en una película de ciencia ficción, muchas veces me coge una gran duda: ¿son seres humanos o replicantes?
Sin embargo, incluso al final de la película del 2049, siempre es el replicante quien se sacrifica, dando paso al verdadero ser humano; y lo hace con una ternura y una dulzura que casi parece dejar descubrir en su mirada un alma, ¡que por su naturaleza no debería haber!
¡Y felicidades al actor Ryan Gosling (Agente K) por su interpretación verdaderamente magistral en cada momento de la película!
- Ryan Gosling interpreta al Agenta K en la película de ciencia ficción 'Blade Runner 2049' (2017) dirigida por Denis Villeneuve
- Escena de la película de ciencia ficción 'Blade Runner 2049' (2017) dirigida por Denis Villeneuve
- Plano abierto en la película 'Blade Runner 2049' (2017) protagonizada por Ryan Gosling
- El Agente K (Ryan Gosling) en 'Blade Runner 2049' (2017)
- Escena final de la película 'Blade Runner 2049' (2017)
- 'Blade Runner 2049' (2017) dirigida por Denis Villeneuve
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